domingo, 22 de mayo de 2011

Ciencia


Cuando uno empieza a estudiar ciencia, en primer lugar se siente frustrado. Porque da la impresión de que por más que uno estudie sigue sin saber nada del universo. En segundo lugar están los familiares que te toman del pelo: "¡pero para qué estudiás eso! si no sirve para nada! ¡y además el sueldo es pésimo!"
Con repecto al sueldo, lo único que puedo decir es que puede ir mejorando con los años, y que además siempre hay llamados del exterior.
Pero en lo que refiere a lo demás, como Henri Poincaré una vez dijo: “El científico no estudia la naturaleza por la utilidad que le pueda reportar; la estudia por el gozo que le proporciona, y este gozo se debe a la belleza que hay en ella. Si la naturaleza no fuera hermosa, no valdría la pena su estudio, y si no valiera la pena conocerla, la vida no merecería ser vivida. Por supuesto que no hablo aquí de aquella belleza que impresiona los sentidos, la belleza de las cualidades y apariencias; y no es que desprecie esta belleza (lejos de mí tal cosa), pero no es esta la propia de la ciencia; me refiero a aquella profunda belleza que surge de la armonía del orden en sus partes y que una pura inteligencia puede captar. La belleza intelectual se basta a sí misma, y es por ella, más que quizá por el bien futuro de la humanidad, por lo que el científico consagra su vida a un trabajo largo y difícil.”

Está de más decir que concuerdo totalmente con Poincaré, pero además de la belleza intrínseca que tiene la ciencia por estudiar a la naturaleza, también tiene aplicaciones en la vida diaria.

El otro día, me encontraba leyendo el libro Física de R. Feynman (una verdadera genialidad que está en extinción pues no hay librería en Montevideo que lo tenga (de las que yo he consultado al menos)) y mirando de reojo a mi perchero, el cual me tenía francamente disgustada.
El susodicho, es más o menos como el del medio:

Con la diferencia de que el mío tien dos tornillos que atraviesan la madera (de modo que uno ve las cabezas de los tornillos) y están ubicados, uno entre el primer soporte y el segundo, y el otro entre el segundo soporte (o como se llame) y el tercero. El motivo de mi disgusto era que uno de los dos se había zafado y tenía que ir a comprar taco fisher y tornillo a la ferretería, que estaba cerrada. Lo que se me ocurrió, fue algo que a cualquiera se le ocurriría, ajusté bien el único tornillo que quedaba, y colgué los abrigos balanceando los pesos. Según lo hacía, el perchero iba recuperando su posición original. Por supuesto que es algo provisiorio y que debo repararlo, pero siempre que lo miro pienso en Newton jaja , así que creo que va a pasar un tiempo antes de que lo repare como se supone debería.
Sé que es un ejemplo tonto, pero es muy cotidiando, y demuestra a mi entender que la gente que dice que la ciencia no tiene aplicaciones en la vida diaria, debería pensar que todo lo que pasa en el mundo, o en el universo en general, fue, es o será objeto de estudio de la ciencia.
Por supuesto, siempre van a quedar misterios. Si entendiéramos todo y pudiéramos explicar todo, sería decepcionante. Lo fascinante del universo es que nunca vamos a llegar a comprenderlo, pero es, como decía Borges, el destino del hombre buscar las respuestas que nunca encontrará. Todos a nuestra manera las buscamos, ya sea a través de la ciencia, de la religión, de convicciones de orden político.
Estudiar ciencia es amar al universo, nunca haber perdido esa fascinación que sentía uno de niño al mirar las estrellas. Útil o no, es algo hermoso.